Ayer, por razones que no vienen al caso, estaba bastante decepcionada. Decepcionada con la gente, con la sociedad en general. Cada vez me doy cuenta de que hemos perdido más y más valores. Valores como la educación y el respeto. Valores que yo quiero transmitir a mis hijos, y que pienso que a no ser que los vean en casa, en otro lado no van a aprender.
Un simple por favor, un gracias, un aprender a ceder el asiento en el autobús, el abrirle la puerta a una persona mayor... no hablo de cosas complicadas, hablo de esas cosas que a mí me enseñaron al ser pequeña, esas cosas que me he preocupado por mantener. No niego que en ocasiones alguno se me olvide, pero forman parte de mi día a día.
Cuando luego veo a personas que no tienen educación alguna (y os aseguro que hay muchas) que se quejan de que sus hijos y los niños en general carecen de alguno de esos valores, pienso en que ellos mismos no se los transmiten. Los hijos, al fin y al cabo, aprenden por imitación y si nosotros, los padres, no somos capaces de demostrárselos, no podemos luego quejarnos de que no los tengan.
No pretendamos que sean otros quienes enseñen a nuestros hijos, porque de quienes más aprenden, es de nosotros mismos.
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