Cumpleaños de indios y vaqueros

Hoy hemos tenido la segunda fiesta de cumple de este mes... segunda porque hace quince días estábamos celebrando el cumple del mayor, esta vez era el turno del peque. Al principio pensaba en hacer una fiesta por la tarde, como siempre hemos hecho, pero el otro decidimos hacerlo por la mañana (bueno, mas bien decidí yo :-P )

Así que manos a la obra, me puse a preparar una fiesta infantil para celebrarla por la mañana. La decisión de hacerla así es más que nada por la luz, y porque así los niños pueden jugar en los columpios que hay en el jardín. Cuando las hemos hecho de tarde, aunque empezase a las cinco, anochece muy rápido y no les da tiempo a los niños a aprovecharlos... no entiendo como puedo haber tardado cinco años en pensar ello (lenta que es una jejeje)

Los que me conocen saben lo mucho que me gustan los brunchs y lo mucho que disfruto preparándolos, así que tenía la excusa perfecta. Esta mañana, me he levantado pronto, bastante pronto para ser un sábado y he empezado a liar la cocina. El horno ha funcionado a todo trapo durante unas cuantas horas, pero ha valido la pena ;-)

Vale, os hablo de indios y vaqueros y de momento no os he explicado nada sobre ello.

Compré gorros de vaquero y coronas de indio, y a medida que los niños iban llegando, ellos decidían que es lo que querían ser.

Como sabeis, no me sé estar quieta, así que para la decoración pensé en hacer cactus. El otro día vino una de mis mejores amigas y me ayudó a hacerlos y recortarlos. Tenía en mente ponerle palillos planos a modo de pinchos y anoche a las once nos pusimos a engancharlos mi marido y yo (gracias Cariño por ayudarme, si no aún estaría ahí jejeje).

A principio de semana se me pasó por la cabeza la idea de hacer caballitos, (claro, como tengo tanto tiempo ja ja ja) porque una fiesta de vaqueros ha de tener caballitos! Así que tal cual lo pensé, me puse manos a la obra. Hice cabezas de caballos con cartulina, a las que les añadí unas orejas de fieltro y puse unos trozos de lana a modo de crin. También trenzé tiras de lana haciendo unas riendas. Pero faltaba el palo, no me parecía seguro poner palos para niños de tres años, así que se me ocurrió cortar unos cartones (más bien los cortó mi marido) y engancharlos entre ellos para reforzarlos (aunque sigo pensando que tendría que haber algo más en medio para que le diera más fuerza y que no se doblasen tan fácilmente)

Y bueno, todo cumpleaños ha de tener un pastel, así que como viene siendo habitual, un pastel de panes de leche con la forma del número de años que cumplía.

Ha sido mucho trabajo, pero como siempre digo, por esa sonrisa, todo vale la pena. Era la primera fiesta de J, estaba pletórico, han disfrutado mucho, tanto él como sus amigos. Y yo sigo con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que el día de mañana recordarán todo el cariño que ponía su madre al hacerles las fiestas.