De como nos fuimos a Disneyland de viaje sorpresa con tres niños de ocho, cinco años y 19 meses.
Lunes, cuatro de la madrugada, entro en la habitación de los
niños y abro la luz.
“Venga, chicos, hay que levantarse”
A. rápidamente mira el reloj de su muñeca “Mamá, ¿por qué
nos despiertas a las cuatro de la mañana?”
“Porque nos vamos de viaje, Cariño”
“¿Hoy? ¿Ahora?” preguntó desconcertado.
Ellos sabían que nos íbamos de viaje, pero estaban convencidos
que salíamos el miércoles. No se podían ni imaginar la aventura que les
esperaba.
Despertar a J. costó muchísimo, cuando estaba más dormido
que despierto le dije “venga, va, que hemos de ir a coger un avión”
“¿Un avión? ¿Nos vamos de viaje y vamos a ir en avión y no
en coche?” dijo A.
Ésta era otra de las sorpresas. Habíamos estado diciéndoles
que nos íbamos a ir en coche.
Mientras mi marido empezaba a bajar las tres maletas a la
portería, yo acabé de vestir a M. Cogimos las demás bolsas, el cochecito y nos fuimos abajo los cuatro.
Pensaba que M. se dormiría de nuevo, pero nada más lejos de la realidad.
Llegamos al aeropuerto hacia las cinco, facturamos maletas,
pasamos los controles y decidimos ir a desayunar.
Los padres estábamos más nerviosos que ellos, llevábamos un mes planeando este viaje en secreto y nadie más que los más allegados lo sabían. Eso ayudó a que nuestra pequeña mentirijilla del supuesto viaje a Madrid no fuese desvelada y que los niños en ningún momento sospechasen nada.
Los padres estábamos más nerviosos que ellos, llevábamos un mes planeando este viaje en secreto y nadie más que los más allegados lo sabían. Eso ayudó a que nuestra pequeña mentirijilla del supuesto viaje a Madrid no fuese desvelada y que los niños en ningún momento sospechasen nada.
Acabamos de desayunar y aún nos quedaba media hora para
embarcar, decidí entretenerles un rato con un puzzle especial. Había hecho
hacer un puzzle para la ocasión, un puzzle que les desvelaba el destino del
viaje, pero primero me aseguré de guardar la parte de las letras para que no
fuera eso lo primero que montasen.
Cuando acabaron de montarlo, estaban tan dormidos que no se
daban cuenta de lo que significaba. A. leyendo una y otra vez lo que ponía y
sin darse cuenta de que era un mensaje para ellos, tuvimos que preguntarle en
dos ocasiones que qué significaba lo que acababa de leer.
“Nos vamos a Disneyland” decía
“¿Qué significa que nos vamos a Disneyland?”
Dudó un momento y ante tanta insistencia preguntó… “¿nosotros?”
“Síííí” dijimos al unísono su padre y yo.
A. tenía los ojos como platos, J. una sonrisa de
oreja a oreja “¡Nos vamos a Disneyland, nos vamos a Disneyland!” No dejaban de
repetir.Además, cabe añadir, que era la primera vez que cogían un avión, así que la emoción ya no sólo era por el lugar del destino, si no también por el hecho de volar. Mantenerlos quietos y tranquilos desde el momento en que les desvelamos el destino fue misión imposible, suerte que salíamos temprano y no estaba demasiado llena la terminal.
Salíamos a las siete y media destino París, a los niños les hacía especial ilusión ir a París porque así podrían ver la torre Eiffel. En este momento pensaba que M. volvería a dormirse, pero nanay de la china. A esta pequeñaja mía le va la juerga.
Embarcamos y en lugar de ir directamente con el finger nos llevaron en autobús, los niños más y más nerviosos al ver tantos aviones. Pudimos llegar con el cochecito hasta el mismo avión, momento en el cual nos lo recogieron. Cada uno iba con uno de los niños y la peque esta vez fue con mi marido. Nunca habíamos volado con un bebé, así que tampoco teníamos mucha idea de como iba el asunto. Pensábamos que las filas de asientos iban a ser de dos, pero eran de tres y desgraciadamente, el asiento de al lado estaba ocupado, así que tuvo que ir todo el viaje encima de mi marido y para colmo, ¡no se durmió! A ver que alguien me explique a mí como un bebé de 19 meses se le levanta a las cuatro y poco de la madrugada, no se duerme hasta las... ¿once?
Llegamos a París dos horas después, lo primero que nos pasó es que al bajar del avión no nos dieron el cochecito (Vueling lo factura con los equipajes, dato a tener en cuenta para la próxima vez). Vale, con la niña en brazos, de nuevo al autobús. Llegamos a la terminal, fuimos a buscar un carrito para llevar las maletas. Salieron las maletas, pero no el cochecito. ¡Ay, por Dios, que no me hayan perdido el cochecito! Todos los pasajeros habían recogido ya sus maletas y el cochecito que no aparecía. Sudores fríos ante la perspectiva de estar una semana sin cochecito... y entonces nos enteramos que el cochecito salía por otra cinta, la de equipajes especiales... uffff!
Ok. Tres maletones, dos niños, un cochecito, un bebé y dos mochilas... ahí vamos! Estábamos en la terminal tres, teníamos que ir a buscar el autobús que nos llevaría directos al hotel.
Salimos y nos encontramos con una señal así y pensamos perfecto! Sólo hay que seguir las señales... pero de repente ya no salían más. Mi marido diciendo que me tenía que haber equivocado y yo decidí ir a preguntar. Soy cabezota y sé algo de francés, aunque hay que decir que me desenvuelvo mejor en inglés y alemán, pero yo quería practicar el francés así que chapurreando lo que sabía pregunté donde estaban los autobuses para ir a Disneyland. Conseguí entender que era en la terminal 2F, en ese momento me preguntaba por qué la de la agencia de viaje, sabiendo que íbamos con los niños no nos había informado, pero bueno, no pasaba nada. Primer problema, para acceder al tren que une las terminales, ¡¡¡NO se puede pasar el carro de las maletas!!! Así que desmonta carro, reparte las maletas, coge a los niños y el cochecito. Conseguimos pasar, coger el tren y llegar al autobús sin más problemas.
Ahora ya sólo quedaba esperar un rato y llegaríamos a nuestro hotel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario